Es una fría noche de
Diciembre en Londres y pequeños grupos de gente, cubiertos en abrigos de
invierno, rodean la colina de la estación de metro de Wembley Park. Se
reúnen en un desfile fuera del Wembley Arena, caras rojas por el frío,
pies congelados, y alientos que salen como humo en el frío aire.
En el cartel se puede leer “Dire Straits. Diciembre 18, 19, 20, 21. No
quedan localidades”. Entradas de reventa que se van ofreciendo de grupo en
grupo hasta cinco veces más caras de lo que costaron originalmente.
Nerviosas manos que buscan en los bolsillos para asegurarse que el
precioso papel sigue allí: ojos que brillan repetidamente mirando el
cartel que confirma que las puertas tendrían que haberse abierto hace 10
minutos.
Dentro del local, los guardias de seguridad de brazos cruzados sobre sus
pechos.
Tiendas y chiringuitos están preparados para sus negocios.
Cervezas, tapas, salchichas en agua caliente y camisetas de Dire Straits
apiladas por tallas.
Dentro del auditorio, sitios vacíos. Los guardias de seguridad en sus
naranjas chaquetas de Day-Glo observan el escenario sin mucho interés. Al
fondo del todo, dos mesas encaran el escenario, una para controlar las
luces y otra para el sonido. Es cuando el ingeniero de sonido de Dire
Straits, Pete Granger, anuncia por el micro “es absolutamente esencial que
volvamos a repetirlo otra vez!” hay desesperación en su voz.
En el escenario, lleno de toneladas de equipo, millas de cables y miles de
libras en instrumentos, Dire Straits espera una decisión. En el centro
detrás, está Terry Williams con su batería flanqueado por Tommy Mandel a
su izquierda y Alan Clark a su derecha, los dos rodeados de sus teclados.
Delante están los tres guitarristas. Bajo de Tommy está Hal Lindes
discutiendo sobre su guitarra con alguien del equipo. Bajo de Alan está
John Illsley, apoyado comprobando su bajo. A la derecha de John está el
saxofonista Mel Collins, esperando pacientemente a que ajusten su micro a
la altura correcta. Mel toca en “Two Young Lovers” en los conciertos de
Wembley y esa es la canción que se está chequeando ahora.
En el centro del escenario, Mark Knopfler, su manager Ed Bicknell y el
tour manager Paul Cummins que están decidiendo si repasar de nuevo la
canción o dejar que el público entre ya. La música gana –siempre pasa con
Dire Straits – y “Two Young Lovers” vuelve a sonar para miles de sitios
vacíos y los toques finales son repasados por la parte técnica del
concierto.
Finalmente, las puertas se abren y los fans congelados consiguen entrar.
Los músicos y el resto del equipo se bajan del escenario y desaparecen en
el mundo del backstage. La seguridad es bastante acusada aquí con guardias
en todas las entradas y salidas, sólo aquellos con el pase especial de
plástico pueden acceder a esta área. Incluso los distinguidos invitados
tienen que pasar por la sección de VIP con un pase.
Exactamente quienes van a ser estos distinguidos invitados es lo que se
está discutiendo ahora mismo en la oficina de la promotora, donde Ed y
Paul están mirando la lista de invitados.
“Se le puede dar un pase a él para la zona de VIP, pero no le será
permitido entrar en los camerinos” dice Ed de una conocida estrella de
rock. “La última vez que le dejamos pasar al backstage se juntó con Mark y
lo aburrió a muerte durante una hora”.
Siguen mirando la lista pensando en los músicos, invitados, viejos amigos
y parientes que a la banda le gustaría ver después del concierto,
interrumpidos cada dos por tres por una persona del equipo preguntando por
una entrada extra para su novia que acaba de llegar inesperadamente.
El backstage de Wembley es muy espacioso –al contrario que las comodidades
de algunos locales de este tour donde la fiesta post concierto para unas
40 personas se ha tenido que hacer en varias salas pequeñas. Aquí el
equipo tiene su propio comedor, donde Lorraine Taylor, la cocinera que es
fija en los conciertos de Dire Straits, les sirve las comidas durante el
día.
Es un día muy largo para ella, empezando con el desayuno cuando el
personal empieza a preparar el equipo y terminando con la cena para la
banda después del concierto. Mientras tanto, las comidas se suceden
mientras que una parte del equipo trabaja y los otros comen. Después
empaqueta su cocina, nevera, comida y todo lo demás en uno de sus camiones
para salir hacia el otro concierto.
En los camerinos de la banda, a través de un pasillo flanqueado con más
guardias de seguridad (si es posible), hay un notable zumbido en el aire
–todo el mundo está esperando el cuarto concierto en Wembley, la
culminación de tres semanas de tour por el Reino Unido. Kevin Jones, que
cuida de la banda en la carretera, está controlando las ropas del
escenario. Liz, la secretaria de Ed, está planchando el traje púrpura de
Tommy mientras que este está tomando una ducha. Terry está jugando con su
hija. Mel le está hablando a Mark sobre una gira que acaba de terminar con
el saxofonista de jazz Gato Barbieri.
Es John el único que pone una nota de preocupación: exactamente que
travesura nos va a hacer el equipo para celebrar el final de la gira?
“les he dicho”, dice Mark, “que pueden hacer lo que quieran siempre y
cuando no interfiera en la música”.
Inevitablemente, empiezan los recuerdos sobre las prácticas bromas que les
han gastado. John recuerda la última noche de su primera gira americana en
Sacramento en 1979.
“Estábamos tocando “once upon a time in the west” y escuchamos un ring
fuera del escenario. Miramos alrededor pero lo ignoramos al principio,
pero entonces un compañero del equipo subió al escenario con un teléfono y
se lo dio a Mark. El cogió el teléfono y lo que habían hecho era
conectarlo con la mesa de mezclas y se podía oir todo a través de los
altavoces. Mark respondió con un “hello” y una voz de chica increíblemente
sexy dijo “Mark, que vas a hacer esta noche después del concierto?” por
supuesto casi nos morimos todos de la risa”.
“Qué pasó la última noche que tocamos en Rainbow?” dice Mark. “cuando
Lorraine salió con tazas de té para todo el mundo? Y otra vez vino con una
comida completa?”
Terry recuerda las última noche de su gira con Meat Loaf. “Cuando salí al
escenario, vi por el rabillo del ojo como el stage manager ponía un pastel
de crema en mi asiento. Con lo que cuando me fui a sentar, sin que me
vieran puse el pastel en el suelo y cuando me senté puse esa horrible cara
como que me había sentado en el. Se oyeron muchas risas de la otra parte
del escenario. Entonces, a mitad del concierto lo llamé y cuando se
acercó, le lancé el pastel a la cara. Nunca en mi vida había visto a
alguien tan sorprendido”.
Las historias no dejan de sucederse en la habitación: la lata de coca cola
que aquel día se había tirado en la mesa de mezclas de Pete Granger,
causando taquicardia en el técnico de sonido… la bomba de humo que se puso
en el piano de Alan… el coro de los compañeros en línea bailando el
can-can durante el “Les Boys”…
El bramido de la audiencia indica que las luces se acaban de apagar.
Indicando el camino con una linterna siguiendo las blancas flechas
pintadas en el suelo, Paul Cummins lleva a la banda por detrás del
escenario y les indica las escaleras. A partir de ahora, Dire Straits
están solos.
Para cualquiera que esté familiarizado con los discos, la fuerza de Dire
Straits en el escenario aparece como un shock. Sobre todo, son una banda
de rock, y pueden competir con los mejores grupos de “alta-energía”. Pero
nunca recurren a los clichés típicos que reducen las canciones a riffs
repetitivos y las estiran con solos pretenciosos.
Las canciones son el elemento más importante de su música, y todo se cuida
para que salgan bien. Son creaciones complejas, cada una con una vida
emocional. En el disco, las canciones son retratos, descripciones,
palabras y música. En el escenario viven y respiran.
Esta noche la audiencia está completamente inmersa en la corriente de
emoción que viene del escenario, a la deriva en la marea de la música.
Desde la canción de apertura “once upon a time in the west” la
exhuberancia del teclado empapa todos los rincones del local.
Un respiro divertido con el “Industria Desease” antes de que la potencia
del “Expresso Love” rompa de la guitarra de Mark por todo el auditorio,
sus solos empiezan cortos y van convirtiendo la canción más que convertir
la canción en 10 minutos de solos. Su voz caldea el ambiente con urgencia
y sentimiento.
Bajan el ritmo. “It never rains” empieza suavemente pero crece y crece, la
canción se va creando con una escala de dinámicas, el sendero es elástico.
Instrumentalmente, Dire Straits es un grupo de voces que mantienen una
conversación. Nunca intentan hablar todos a la vez pero crean un zumbido
de fondo mientras que la charla pasa de un instrumento al otro. La intro
de Romeo & Juliet gana un alarido por parte del público por ser tan
familiar, y luego van con “love over gold”, completando la trilogía que
hablan de una relación que salió mal, un amor que dio paso a la
incomprensión porque se ha acabado, de recriminación amarga, de una tardía
aceptación. Las palabras conmovedoras a posta. No son baladas suaves sin
sentimientos en las palabras. Mark Knopfler es la voz no entrenada y no
pulida del hombre ordinario.
El latido de “Private Investigatios” empieza, corazones rotos y dolor de
corazón salen de la inexorable escalada a una nueva dimensión emocional,
culminando en una batalla entre los coros seductores del piano de Alan y
el despiadado veneno de la guitarra eléctrica.
Y salen otra vez, cruzando a través de un potente “Sultans of Swing” cuyas
letras son cambiadas para que peguen con el grupo –“Check out Guitar Hal/
he´s my pal/ he knows all the chords…(comprueba la guitarra de Hal/él es
mi compañero/se sabe todos los acordes…) And Alan doesn´t mind/ he´s got a
daytime job” (y a Alan no le importa/tiene un trabajo de día) notas
saliendo de la guitarra de Mark entre cada línea.
Ahora la diversión con “Twisting by the pool”. Terry y Mark jugando con la
audiencia, haciéndoles gritar más alto y más alto para motivar al batería.
Entonces la banda lo rompe. Tommy bailando a lo lejos vestido en púrpura
detrás de sus teclados.
Sale Mel Collins para “Two Young Lovers” una canción del estilo de Chuck
Berry y que glorifica los días de inocencia. Una atmósfera que se rompe
cuando Hal sale al frente del escenario para crear un solo atronador que
sale de su guitarra mientras que posa y se mueve en el más estilo metálico
de los 80.
Se relajan un poco con la suave “Portobello Belle” introducida como “una
canción reggae irlandesa” y se vuelve a coger aire en los pulmones antes
del “Túnel of Love”, una feria llena de vueltas emocionales y musicales.
Increíble, estimulante y exhaustivo, simplemente es imposible de seguir.
Diciendo adios con las manos, Dire Straits deja el escenario.
Pero vuelven, tienen que hacerlo con “Telegraph Road”, otra pieza que lo
incluye todo que viene como un cordero y se va como un leon. Efectos de
relámpagos que llenan el escenario de luz y humo.
Se vuelven a ir, y vuelven a salir con “Solid Rock” y ese sonido
electrizante de rock´n roll. Finalmente se calman con el tema instrumental
de “Going Home”, tocado mientras que las luces se encienden y los
compañeros empiezan a recoger todo el equipo. El mensaje está claro: esto
es de verdad el fin… por esta noche.
Pero, dónde empezó? Las
cuatro noches de Wembley fueron solo parte de la gira por el Reino Unido
de 22 conciertos. El mero comienzo de una gira mundial que va a durar unos
9 meses y que llevará a la banda a Australia, Nueva Zelanda y Japón antes
de llegar a Europa en verano. Mientras tanto, cientos de apariencias
promocionales tienen que introducirse. Mark y Alan tienen que completar la
banda sonora original de Local Hero y, en el último minuto, también se ha
encontrado tiempo para producir el nuevo album de Bob Dylan.
Los detalles se arreglan en las oficinas de Damage Management, Ed y Paul
que están en Walton Street en South Kensington. Donde la banda tocará,
está establecido mucho antes de que Mark sepa que canciones va a tocar.
Primero, Ed trabaja con el itinerario a seguir y que tiene que tener en
cuenta todo. Desde la meteorología –no tiene sentido tocar en Escandinavia
en el invierno, mientras que en el sur de Europa es un buen momento para
tocar en verano ya que los locales estarán llenos de turistas –hasta la
competición. No hay banda que quiera seguir las huellas de otra –no hay
mucho dinero para entradas en estos tiempos.
Entonces empieza el de aquí para allá. Ed que hace de agente de la banda,
un arte en si mismo, contacta los promotores locales que en realidad,
organizarán los conciertos, intentando conseguir la mayor garantía para el
grupo. Estos días, Dire Straits dan una seguridad. Virtualmente, cada
concierto que han dado en el mundo ha estado siempre todo vendido –pero no
siempre ha sido el caso.
Paul recuerda “íbamos a dar un concierto en Alemania, en Febrero de 1979 y
teníamos la capacidad en el local de 3.500. es el típico local que puedes
arreglar para que sea más grande o más pequeño… podría ser de 1.500 o de
6.000.
De momento ya habíamos vendido 2.100 entradas, con lo que nos dimos cuenta
que necesitábamos un buen empujón para llenar las 3.500 que habíamos
contratado. En el concierto, tuvimos 3.500 personas en vez las 2.100 que
en un principio iban a venir. Todos nos miramos y pensamos “Señor, vamos a
hacer una fortuna” ya que cualquier cosa que pasase de 3.000 conseguíamos
un 90% neto. La promotora estaba llorando.”
Tratar con promotoras europeas puede tener sus problemas, particularmente
en Italia, donde hilos y avisos son parte de la forma de hacer negocios.
“dicen que si no haces un concierto con ellos, te pincharán las ruedas de
los autobuses, o se encargarán de que nos detengan en la frontera y no nos
dejen pasar, o hacer que los trabajadores locales te arruinen el
concierto” Paul continúa. “En Italia todo tiene que ver con los contactos
–si no conoces a la gente correcta, olvídate.”
Europa, por lo menos, no tiene problemas en comparación con Estados
Unidos. En New York, por ejemplo, la potente Union de Equipos puede hacer
al tour manager llorar con demandas por horas extras, o pagamentos extras
si una cadena de televisión graba una entrevista en el local; incluso
pueden excluir a nuestro equipo de trabajadores de la sala durante la hora
de comer.
El mayor dolor de cabeza a la hora de organizar la gira a escala mundial
es la multiplicidad de las diferentes reglas y regulaciones que aplican,
no sólo de país en país, sino de ciudad en ciudad. Por ejemplo, los
permisos para conducir camiones en Suiza es obligatorio para poder viajar
los sábados. Los impuestos para artistas extranjeros en Austria significa
una deducción total de gastos no es posible a no ser que la banda toque
una serie de conciertos. Y en todos los sitios las leyes complicadas de
seguridad, donde están posicionados los extintores, la inspección de las
luces que cuelgan del techo, incluso que bombilla utilizamos en las
lámparas.
Muchas de estas cosas se pueden dejar para las promotoras, por supuesto,
aunque la seguridad es de máxima prioridad para la banda. No van a
utilizar operadores exteriores que ofrecen grandes cantidades de dinero
pero que ponen en peligro a la audiencia.
Paul: “Siempre tienes que tener en cuenta que desastres pueden y de hecho
ocurren. Cada concierto es uno potencial. Podría haber un fuego y tienes
que estar seguro que miles de personas tienen que poder salir de allí. Es
bastante responsabilidad y si algo sale mal, ten por seguro que se culpará
a la banda”.
Mientras que Paul y Ed trabajan en el intinerario, reservando los hoteles,
autobuses, personal y equipo, la banda ensaya en su estudio, el Wood Wharf
en Greenwich. Situado en una de las curvas del sur de la serpentina del
rio Thames, es una situación ideal. No hay vecinos a quien molestar en
este trozo de tierra desperdiciada con desiertas naves y abandonados
edificios.
En una tarde de verano, la vista desde las ventanas del estudio da al río.
Barcazas pasan, barcos de cristal llevando turistas en el río arriba y
abajo desde el Cutty Sark. Pero en una fría noche de Noviembre, las aguas
están negras; sólo una luz ocasional nos hace notar la presencia de
tráfico.
Dire Straits se encuentran muy bien en lo que no parece ser más grande que
una sala de estar, pero con cada rincón ocupado con instrumentos y equipo.
El suelo está vivo con cables eléctricos que salen de los altavoces.
Micrófonos desperdigados en la sucia alfombra.
Mark está de cara a la banda, un director sin batuta, transfiriendo la
música de su cabeza a los dedos de los músicos; enseñando a los nuevos
miembros el repertorio de Dire Straits –ni Terry ni Tommy han tocado en
directo con la banda antes; traduciendo canciones frescas de los nuevos
discos “Love Over Gold” la banda sonora original de “Local Hero” y el
single “Twisting by the Pool” de cara a un escenario; remodelando
canciones favoritas como “Romeo & Juliet”, de tal forma que bailen solas
con renovado vigor y vitalidad.
Tommy lo intenta con un instrumento que saca de su teclado. Da da dum dum
dum dum.
“Eso suena bien Tommy” dice Mark. Inténtalo un poco más flojo Da da dum
dum dum dum
“lo intento con esto” dice Alan. Da da dum dum dum dum
“No” dice Mark, “Tommy suena mejor. Tu mantén la bocina y que vaya bajando
hasta desaparecer Da da dum dum dum dum
“no Tommy, eso no fue lo que hiciste antes. Hazlo como al principio. Da da
dum dum dum dum
Tommy lo intenta varias veces. Terry coge un palillo y formula un patrón
para acompañar a Tommy.
“Eso está genial Terry. Inténtalo un poco más flojito, y cuando acabe lo
aguantas un poco y dejas que acabe en un estruendo”.
Terry lo intenta, John se apunta con el bajo, entonces Mark y Hal cogen
sus guitarras y la repiten toda otra vez y otra vez. Esta nueva secuencia
dura quizás 20 segundos pero les lleva por lo menos 20 minutos para que
esté perfecta. Y así sigue y sigue, cada día durante un mes, más de 12
horas al día con un par de cortos descansos, cada canción trabajada hasta
el más mínimo detalle.
Finalmente las canciones emergen como un set. Pete Granger sabe que sonido
tiene que esperar. Chas Herington puede conseguir un plan de luces para
decorar la música, el itinerario ya está hecho. Dire Straits está
preparado para salir a la carretera.
30 de Noviembre de 1982.
Una lluviosa tarde en Guildford, un par de hora antes del gran momento.
Este local cívico es un empezar no oficial de la gira del Love Over Gold,
un set completo que servirá para calentar y ver si hay algún problema.
Cuando la banda sale al escenario para las pruebas de sonido no hay
pánico. La máquina de la gira se ha puesto en marcha. No hay nervios de la
primera noche de la gira en el backstage. No se admiten, de todos modos.
Pero se nota esa tensión en el aire. Los músicos hablan sin concentrarse.
“Si, es fantástico volver a estar en la carretera después de 15 meses”
dicen todos –todos comen distraídamente, pican algo de sus platos y
pululan en la sala, chequeando todo una y otra vez en sus cabezas.
Y entonces llega el momento. Enfilan hacia las escaleras que les llevará a
enfrentarse a una audiencia que no ven a Dire Straits desde Luxemburgo, el
6 de Julio de 1981. Desde entonces han cambiado de batería y han añadido
un teclado. Es casi una nueva banda, pero no nadie lo notaría después de
ese concierto, la recompensa después de las largas horas en el Wood Wharf.
En comparación con lo que vendría después, no ha sido un gran concierto.
La indefinida calidad de la excitación que une a la banda con la audiencia
falta. Nada se empuja hasta el límite, los músicos se toman su tiempo para
relajarse, sintiendo todo el camino sin la certeza de que lo que están
haciendo está siendo perfecto.
Después del concierto, los camerinos en el backstage permanecen cerrados
para todo el mundo de fuera durante un largo tiempo donde se analiza cada
detalle, sugerencias para mejorar se discuten, se rectifican los errores.
Mañana montarán al autobús. La gira británica, la gira mundial ha empezado
en serio.
La gira del rock´n roll ha llegado a ser una leyenda. Todo el mundo sabe
que es una rueda constante de sexo, drogas y bebidas. Grupitos haciendo
colas para orgías, cocaína apilada en las mesas, bares de hoteles.
La realidad, como siempre suele pasar, es mucho más mundana. Muy poca
gente tiene la estamina para excesos todo el tiempo y esos que la tenían,
mueren antes de lo debido. Es un destino que no va a afectar a ninguno de
los Dire Straits.
La verdad es que estar de gira es tremendamente aburrido, aunque el
resultado final es que tocar en vivo para la audiencia es tan estimulante
que ninguno de la banda se queja. Es una sucesión de largos viajes en el
autobús, comidas con grasientas cucharas, noches pasadas en habitaciones
de hoteles sin alma. En el Reino Unido, la banda tocará 22 conciertos
seguidos, los cuales te agotan físicamente y emocionalmente. El horario te
deja poco tiempo o ninguno para visitar los lugares donde se quedan, para
encontrarse con otra gente fuera de su pequeño mundo. La secuencia de
hotel-autobús-concierto-hotel se repite noche tras noche. Teniendo éxito,
Dire Straits puede hacer este proceso lo más cómodo posible, pero pronto
se convierte en cansado y aburrido.
Un día típico puede empezar a las 9:30, cuando Paul o Kevin llama a las
habitaciones para despertar a los miembros de la banda, que estarán bajo
para desayunar dentro de una hora, antes de congregarse en el lobby
mientras que se pagan las habitaciones y se carga el equipaje.
Entonces toca el autobús, que nunca se va hasta que se han contado todos
los miembros de la banda. –como Paul dice siempre, si tienes a todos los
miembros de la banda contigo, siempre se podría hacer el concierto. La
palabra autobús es un nombre inapropiado, es un autobús a todo lujo
especialmente adaptado para grupos pequeños, con asientos muy cómodos, dos
camas plegables, un lavabo, un aseo, una nevera y un reproductor de video.
Muchas de las millas recorridas se matan viendo películas.
Divorciados de los instrumentos, equipos etc, Dire Straits no dan la
imagen popular de una banda de rock´n roll, todo glamour y excitación.
Fuera del escenario nada los distinguiría, en apariencia o en ropas de
otro grupo de seis personas de su edad. Nadie los pararía por la calles
tocándolos en el hombro diciendo “estos son los músicos, oficial”.
Tienen mujeres y niños, o novias formales. Viven en casas y pisos, no
mansiones o penthouses. Conducen coches normales y no Rolls- Royces con
las placas personalizadas. Colectivamente o individualmente, no poseen
yates, no atienden a subastas de arte post-impresionista en Sotheby´s y
evitan locales de moda. No contratan a gente para que den a sus fantasías
una cara pública y no tienen agentes de prensa para hacer sus vidas
privadas, públicas.
Y ahora, entre ellos, Dire Straits ha generado suficiente dinero para
comprar un pequeño estado en Centroamérica.
Dire Straits, como la mayoría de los músicos, no hacen esto por dinero, y
han conseguido mantener sus personalidades en el viaje evitando todos los
adornos de la fama y la fortuna. No necesitan utilizar un determinado
estilo de vida, falsos amigos o profesionales colgados de ellos.
Nadie en la banda se considera mejor o más importante que nadie en este
mundo, es simplemente la música que hacen lo que los diferencia. Son como
actores, cada uno con un roll específico para hacer esa música. Ese
proceso combina a los seis miembros en una sola unidad, aunque cada uno
tiene un carácter separado y distinto fuera del escenario.
Nadie podría confundir a Mark Knopfler con nada excepto con la fuerza
creativa de la banda. Pasa largas horas en el autobús mirando por la
ventana, perdido en sus pensamientos. También da la impresión (aunque
lógicamente no es verdad) de que es un artista muriéndose de hambre en
Paris. Financieramente, nada podría estar más lejos de la verdad, pero su
principal lujo, ahora, es el dedicarse enteramente a la música.
Inevitablemente, aunque, el total del retrato es más complejo. Para
empezar, para alguien llamado “artista serio”, él pasa mucho tiempo no
siendo serio para nada. Su cara se convierte en una sonrisa contagiosa
cuando cuenta alguna anécdota del pasado que automáticamente pasa a una
carcajada. Cuando se le está examinando sobre un complejo impulso
emocional detrás de las canciones, la imagen cambia dramáticamente a ese
humor introvertido. Se niega a dar respuestas –desconcertando a
periodistas que están acostumbrados a que les den explicaciones.
El y John son la base superviviente de los originales Dire Straits, y eso
no es una coincidencia. Mark se cuida de la música y John de los negocios,
y no hay competencia entre ellos. John tiene esa clase de interés de un
manager en la carrera de la banda, orgulloso de sus éxitos y capaz de
referirse a los hechos para probarlo. Apoyado por Mark para dar una clara
y decisiva opinión siempre que él pueda estar inseguro. Mientras que Mark
a menudo tiene la cabeza en las nubes, John tiene sus pies firmemente en
la tierra.
Hal Lindes es demasiado guapo para ser verdad. Su pelo dorado, su acento
californiano y demás parece como el guaperas del grupo. Pero no lo
cogieron para atraer a las chicas a sus conciertos. Hal es un músico
sólido muy sediento de aprender, siempre siguiendo los consejos de Mark.
Cuando están de gira, siempre tiene ese alto nivel de excitación. Es como
si cada noche fuese su primer concierto y su entusiasmo se contagia a toda
la banda. Nunca hay ese peligro de miedo cuando se sale al escenario si
Hal está por allí.
Alan Clark, Terry Williams y Tommy Mandel son los músicos profesionales
desde la infancia. Alan habla en un suave acento Geordie y es raro que lo
veamos sin un teclado cerca. Para la gira, se ha traído una serie de
instrumentos portátiles, y se sienta allí tocando para él mismo hasta que
alguien lo convence y lo saca de sus auriculares para que entretenga al
grupo con una versión disco de canciones de navidad que persiguen al grupo
desde el hotel hasta el café de la gasolinera. A veces también se le puede
encontrar haciendo sus ejercicios de yoga con imposibles acrobáticas
posiciones mientras que está colgado de algún sitio del techo.
Deporte es un problema para Terry en esta gira. Durante varios días ha
estado agonizando con un problema en uno de sus hombros y tuvo que ir al
hospital para que le pinchasen un calmante antes del concierto de
Birmingham en el National Exhibition Centre. Pero para él, el show siempre
continúa, y después, con una copa en la mano, nos entretiene con anécdotas
sacadas de sus años de rock´n roll, contando cuentos en su acento galés.
Si él tuviese su propio programa de televisión, no le harían falta
invitados.
Tommy también tiene años de giras. Al igual que Alan, Tommy nunca quiere
estar lejos de unos teclados, pero su entusiasmo, bordea más la
excentricidad. Una noche, por ejemplo, de vuelta en el hotel, mientras que
todo el mundo estaba tomando una copa en el bar, Tommy se fue a tocar el
piano en el desierto lobby del hotel en mitad de la noche. El combina
actividades como esta con una interminable capacidad para comentarios no
intencionados que hacen que la banda quede perpleja.
Juntos hacen una banda feliz sin las clases personales ni peleas que
pueden atormentar a los grupos que se ven forzados a vivir y a trabajar
muy juntos. Dejan pasar las horas tediosas de espera y viajes mientras que
ven películas, leen, charlan, piensan y algunas veces cantando y tocando.
Hal y John sacan sus acústicas, Alan su teclado y todo el autobús se
apuntan cantando empezando por los Beatles, Stones, Everlys –cualquier
cosa menos Dire Straits.
El final del viaje significa descargar, o bien en el hotel donde pueden
quizás hacer una rápida llamada a esposas o novias, o bien en el
concierto, yendo directamente a las pruebas de sonido para el concierto de
por la noche.
Después, la banda va al auditorio a firmar autógrafos para los fans,
buceando entre el equipo apilado que se está cargando en los dos camiones
que los llevarán al siguiente concierto.
De vuelta en el hotel hay una posibilidad de irse a dormir temprano.
Temprano significa la una de la mañana. Todo el proceso empieza otra vez
al día siguiente a las 9:30 de la mañana. Es una máquina de movimiento
perpetua, encerrada en la misma inexorable secuencia de eventos. Pero
quién o qué empezó a moverla? |