Por aquellos entonces
estaba en publicidad. Trabajando para la Warner Brothers (Stan and Reg).
Estaba en Londres, acompañando al contribuyente de CREEM Richard Riegel a
un par de conciertos de Thin Lizzy en el Wembley Pool de Londres. (Richard
casi no había salido de Cincinnati, y mucho menos haber ido a Inglaterra,
con lo que requería una determinada supervisión). Mis tareas me llevaron a
las oficinas de Phonogram en Londres, la compañía que se encarga de Lizzy
en el Reino Unido, donde conocí a Johny Stainze, hombre de A&R,
coleccionista de discos, fanático del rockabilly y en general, un buen
tipo. Hablamos de Lizzy durante un rato, pero ellos ya habían sido
“grandes” en Inglaterra durante un tiempo y Johny cambió rápidamente el
tema al intercambio de discos (visión de vinilos de la Warners bailando en
su cabeza) y un nuevo grupo con el que acababa de firmar llamado Dire
Straits.
Era la segunda vez que ese nombre se había dicho en dos días. La noche
anterior había estado con dos de lo críticos de rock e historiadores más
importantes de Inglaterra, Simon Frith y Charlie Gillet, este último amigo
de John Illsley, el bajo de Dire Straits. Un año antes, en el verano del
77, Illsley le había llevado una demo a Gillet, el cual la puso un par de
canciones en su popular programa de los domingos por la mañana Radio
London. Dos veces aireó la improbable, ahora convincente canción de rock
sobre unos músicos de jazz titulada “Sultans of Swing. Johny Stainze
recuerda estar en la ducha la primera vez que se escuchó la canción en la
radio, aunque dice que sus orejas se animaron incluso llenas de jabón,
cuando Gillet se vio forzado a poner la canción otra vez un par de
domingos más tarde, Stainze siguió el rastro y se puso en acción.
El suspense de esta narrativa se ve disminuido de alguna forma por el
hecho de que todos sabemos que el “Sultans” se ha convertido desde
entonces en un increíble éxito, alcanzando el Top 10 y ayudando al álbum
debut de los Dire Stratis ha seguir por el mismo camino. Pero, en una era
en la que las bandas no son “descubiertas” tan a menudo como se crean,
devuelve la fe a uno de poder pensar sobre un simple y absoluto caso de
descubrimiento y firma. Pero una vez más, todo sobre Dire Straits es
directo, sin complicaciones y bastante intocable por las modas de los
negocios de la música (por qué, su álbum se editó en vinilo negro liso, si
os lo podéis creer!). Con los hombres de A&R, programadores y fans siendo
recelosos de la nueva ola y las bandas neo-punks con mensajes abiertos y
misiones, llegó Dire Straits con la última decepción: ninguna decepción.
Una vez tomada por lo que es –inteligente y sensual rock´n roll –su música
pega como un montón de ladrillos, o mejor, como un respiro de aire fresco.
Así es como les golpeó a Gillet y Stainze, y el segundo tuvo que derrotar
a varios rivales para firmar un contrato mundial, excluyendo Estados
Unidos, con Dire Straits.
En la siguiente primavera, el debut del álbum producido por Muff Winwood,
ya estaba llamando la atención en diferentes países europeos y Johny
Staize puso el disco mientras que yo estaba en la oficina.
Interesantemente, Stainze ya había mandado copias del disco a diferentes
compañías de discos de los Estados Unidos (incluyendo la Warners) en busca
de un contrato para la banda, pero prácticamente no recibió respuesta.
Pero cuando hice circular algunas copias que me dio Stainze, con algunos
entusiastas, las ruedas empezaron a girar, y a través de los esfuerzos de
Roberta Peterson (en la Warners en Burbano) y Karin Berg (en Nueva York),
la banda consiguió firmar. Es irónico notar que en ese tiempo antes de
finalizar el contrato con Dire Straits, la gran apuesta de la Warners era
para the Boomtown Rats, que estuvieron a punto de aterrizar (de hecho, los
Rats le dieron a la Warners todas las indicaciones de que era así, yendo a
la Warners antes de que se escabullesen a Columbia). Si la Warners hubiese
conseguido a los Rats, es dudoso que hubiesen hecho otro contrato con otra
banda inglesa con menos nombre como Dire Straits. Así es como funcionan
los negocios.
***
Y a Harry no le importa si no hace una buena actuación
El tiene un trabajo de día que le va bien
Puede tocar el honky tonk como si nada
Reservandolo para el Viernes por la noche
Con los Sultanes, con los Sultanes del Swing
--“Sultans of Swing” (Straightjacket Songs, Rondor Music)
Harry podría haber sido sinónimo de Mark Knopfler. El hombre que escribe y
canta todas las canciones de Dire Straits no podía haberle importado menos
eso de hacer el paripé. El puede tocar la guitarra como nadie. Una figura
del rock muy inusual, Knopfler parece guardar sus energías creativas para
su música. Mark dejó el trabajo que tenía como profesor de inglés para
seguir su musa musical. “Mark estaba dando clases en un colegio en un
lugar llamado Loughton en el norte de Londres” dice Pick Withers, el
batería de los Straits, “y dando clases de guitarra por otra parte. Pero
en las vacaciones de verano, cada vez encontraba más difícil volver al
colegio a enseñar. Después de volver de sus últimas vacaciones, en
América, supo que era el momento de dar un paso.”
Interesantemente, Withers es el único miembro de Dire Straits que se
podría haber considerado músico profesional antes de que se formase la
banda. Después de completar el instituto y trabajar durante un año para el
ayuntamiento, Pick empezó a tocar en varias bandas. “Cuando tienes 19
años”, dice, “no te importa nada. Sólo saltas al coche y haces los
conciertos tal y como vienen. No fue hasta varios años después cuando
empecé a tomarme las cosas un poco más en serio”. Hizo mucho trabajo de
estudio en Londres y estuvo con Brinsley Schwarz, la versátil banda de
rock de pubs que hizo sombra a Dire Straits de una forma u otra, en un
tour europeo de 6 semanas. Fue cuando regresó cuando conoció a Mark
Knopfler por primera vez. “El chico con el que compartía apartamento por
aquellos tiempos era un amigo de Mark” recuerda Pick, “y Mark había estado
por casa para utilizar una grabadora y grabar algunos cortes de sus
canciones. Quería alguna batería simple en determinadas partes de su
cinta, con lo que se las puse aquí y allí”.
Knopfler había estado tocando con una banda llamada Café Racers, haciendo
rockabilly durante los fines de semana y también durante la semana cuando
las clases se lo permitían, pero una vez que tomó la decisión de dejar de
dar clases, no tardó mucho hasta que juntó la banda. El hermano de Mark,
David, estaba convencido de dejar sus trabajos sociales para poder unirse
a la banda a tiempo completo y los ensayos empezaron incluso cuando el
bajista Illsley estaba todavía acabando su diploma en sociología. Una vez
que Illsley lo consiguió y Withers entró en la banda, los cuatro se
convirtieron oficialmente en Dire Straits.
Aunque el futuro, como ya sabemos, iba a ser de color rosa para la nueva
banda, las cosas no pasaron inmediatamente. Antes de que Illsley tuviese
la brillante idea de pasarle la demo a Gillet, Dire Straits eran extraños
en su propia tierra. Debido a la omnipresencia del punk, no había forma de
hacerse ver en Londres y mucho menos, de conseguir un concierto por el que
les pagasen. Las cosas no cambiaron mucho en Inglaterra después de que
Phonogram firmaran un contrato con ellos tampoco. El álbum no empezó a
tener aceptación en el Reino Unido hasta que entró en el Top 20 de Estados
Unidos, unos 7 meses después de que se editara. En Alemania, el álbum ni
siquiera se consideraba para editar hasta que después saltó el clic en
algún sitio; ahora ha vendido más de 250.000 copias en Alemania. El hecho
es que el único lugar aparte de Estados Unidos donde Dire Straits pegó el
salto fue en Holanda.
Ahora, por supuesto, Phonogram ha editado el disco en todos los sitios
donde se venden discos. De la misma forma, la máquina del marketing en la
Warner Bros no lo vio claro hasta que el grupo se embarcó en su gira de
Febrero-Marzo, cuando se empezó a oir en la radio que las ventas indicaban
claramente que América estaba haciendo a Dire Straits muy grande. Karin
Berg es rápida en señalar el sentido tan raro de la economía que tiene el
grupo y su moderado encanto, pero admite que “la compañía no estaba muy
segura de ellos cuando firmaron el contrato. Me hace reir ver que van tan
tremendamente bien”. También es irónico, desde el punto de vista de la
inversión tremenda de dinero y tiempo en campañas para gente como Elvis
Costello, The Boomtown Rats y por extensión, The Clash, viendo como Dire
Straits se colaron, virtualmente sin anunciar y vendiéndose tan bien.
Pero por qué? Desde luego que el album se merecía la audiencia que
encontró y es verdad que apareció en muchas de las diez mejores listas a
finales de 1979, pero incluso este escritor entusiasmado con el álbum y
con esperanzas de conseguir un contrato, los pensamientos sobre un oro o
un platino ni siquiera se pasaron por la cabeza. Primeramente, es un álbum
de llave baja. En segundo lugar, la forma de cantar y de tocar la guitarra
de Knopfler, a pesar de ser muy inventiva, tiende a estar limitada en su
rango, haciendo muchas canciones muy similares. En tercer lugar, a pesar
de que encuentro a Mark muy simpático e incluso sexy, personalmente, no es
la idea de nadie de un sex symbol del rock.
Cuarto, no están todavía bien formados; en el escenario parece que Mark
toca más para su propia diversión, riendose de algunas bromas privadas,
que para la audiencia. Y por último, no como Ferry Rafferty, otro artista
de sutileza y refinamiento que hizo la parte comercial (y el cual,
incidentalmente, comparte la misma dirección) el grupo no tiene ni
canciones muy románticas ni una producción brillante y exuberante para
poner esas canciones, ambos requisitos esenciales para entrar en esas
listas del Top 10.
Esos de nosotros que estamos en el negocio de la música lo sabemos mejor
que el atribuírselo a la teoría de “si está de moda, se venderá”, pero hay
algo infeccioso y seductor en su sonido que simplemente no se puede negar.
Incluso el hecho de que poseen un único e identificado estilo es en primer
lugar, crucial. “Nunca tuvimos ningún tipo de anteproyecto, nuestro sonido
simplemente envolvía”, dice Pick “pero teníamos algo que casi todas las
bandas que son conocidas tienen… un estilo”. Pero hay algo específico en
ese estilo que ha creado el fenómeno de Dire Straits.
No me di cuenta hasta que la banda tocó en el Bottom Line de Nueva York.
Un concierto genial y memorable que se vio ligeramente estropeado por una
reacción exagerada hacia el remolino de notas con el que alcanza el climax
el “Sultans of Swing”. Un poco de deslumbramiento con la virtuosidad, para
estar seguro, pero la combinación de la rápida sucesión de notas y la
familiaridad creada por haberse oído tanto en lar radio hizo que la
audiencia se volviera tan loca que, por comparación, dejó que mucho de lo
mejor y complicado de la forma de tocar de Knoplfer no llegase a
apreciarse esa noche. Me di cuenta entonces que a pesar de que no
alcanzasen a ser superestrellas en lo que a vestuario y comportamiento se
refiere, era el nuevo héroe de la guitarra, lo último en el panteón de los
semi dioses del rock junto con Clapton, Beck y Page. Es posible que a la
gente no le guste su forma de cantar –algo entre Bob Dylan y Lou Reed – y
es posible que piensen que sus canciones son una combinación atormentada
de sentimentalismo poético e inteligencia irónica, pero la razón oculta
del éxito de su primer LP Dire Straits, es simplemente que ofrece más y
mejor guitarra que cualquier rock ofrecía en mucho tiempo. Los cortos
rellenos que Knopfler improvisa durante sus canciones se tocan con mucho
más detalle y cuidado que los principales, mientras que los solos dan un
aire de jam a pesar de estar aparentemente bien organizados y construidos.
Aunque son básicos y apretados como Creedence Clearwater Revival, Dire
Straits dan la impresión de moverse con soltura pasando de los coros al
estribillo, de canción a canción, como si no siguiesen ningún diseño en
particular aparte de su propia intención espontánea. Nada atrae más al
comprador de discos americano como la visión de un guitarrista solo,
sacando toda su inspiración como llega, libre para viajar allí donde el
sentimiento lo lleva. Aunque sugiere un conocido comic de R. Crumb (hippie
con la guitarra pensando para si mismo mientras que toca: “wow, realmente
me estoy expresando!”), Knopfler encaja con esta imagen admirablemente.
Sólo puede ser descrito como realmente cómodo detrás de su Fender roja,
tocando con una facilidad que desdice su intensidad. Puede que no sea muy
llamativo, pero su persona está estrechamente interconectada con su
guitarra como ningún roquero estuvo desde Hendrix.
Ahora que han trabajado en establecerse, nuevos retos aparecen para la
banda, aparte de mantener el equilibrio de su éxito. “Estamos encantados
con lo que está pasando”, dice Pick, “pero intentamos que no nos pille
desprevenidos. Ninguno de nosotros queremos entrar dentro de esa jet set,
elitista e inaccesible. Intentamos ser los mismos que antes. Todo el mundo
cambia, pero sigues intentando mantener un sentido de la proporción y
equilibrio. Los negocios pueden ser maniáticos y si hay algo que he
aprendido es que la palabra permanente es obsoleta. Nuestro próximo álbum
puede que no se venda para nada… aunque pienso que si que se venderá”. El
segundo LP, que se llamará Communiqué, muestra varios avances,
especialmente en términos de sonido técnico (Jerry Wexler lo ha producido
en Muscle Shoals, Alabama), pero no se desvía dramáticamente del patrón en
el debut. Puede que no salga otro single con éxito , pero las nuevas
canciones como la casi reggae “Once upon a time in the West” or la roquera
“Lady Writer” son atrayentes y cinéticas como todo lo del primer disco,
con un Knopfler cantando más seguro y con más fuerza. Communiqué saldrá en
Mayo, pero puede que la Warners lo sonstenga y permita a Dire Straits
correr con el curso completo de las ventas.
El grupo ha hecho planes para la gira del verano, probablemente actuando
en locales más grandes que los clubs que visitaron en Marzo. “Es muy
cómodo ahora mismo tocar en clubs” dice Pick, “y nos preguntamos si dos
guitarras, un bajo y batería puede funcionar delante de 7.000 personas.
Nuestra música puede ser modesta y tímida a veces y puede perderse en
lugares tan grandes. Pero hemos hecho algunos conciertos muy buenos con
este número de gente en Europa, con lo que tienes que saber cuando llega
ese punto en el que es crucial tener buenas luces y sistemas de P.A. y
tocar en locales que no son demasiado grandes y fríos”. Uno de los pocos
conciertos que no se hicieron en un club en la última gira, fue en el
Tower Theatre en Philadelphia, y nos indicó que ellos pueden hacer esa
transición y pasar a auditorios más grandes de forma suave mientras que
cambian los tempos al final de “Lions”, una de las canciones pasada por
alto del primer disco.
Nunca se me ha dado una explicación satisfactoria de por qué Knopfler & Co.
eligieron el nombre de Dire Straits. De cualquier forma, parece ser que se
toma en un borde irónico ahora mismo, en luz de su rápida ascensión.
Parece ser que están nadando en aguas amigas allá donde vayan (incluso
Londres) y se han ganado una reputación sacada de la nada, en ritmo
sólido, lineas de guitarra nerviosas y la voz brusca y personal de
Knopfler. Haría falta una catástrofe, incluso en estos negocios de la
música tan caprichosos, para volver a parar en “dire straits” (apuros
económicos) otra vez. |