Entrevista a Mark Knopfler

Man, No 18, Spain, April 1989

 

Un padrazo. A la menor insinuación, Mark Knopfler saca la cartera y muestra las fotos de su familia. Está especialmente orgulloso de los últimos miembros, una pareja de gemelos que nacieron a finales de 1987.

"Me siento estúpido diciéndolo, pero la verdad es que son niños muy inteligentes. Y me han cambiado la vida. Quiero decir que no me imagino pasarme medio año de gira sin verlos. Se merecen que esté a su lado... y no me quiero perder la experiencia de verlos crecer. Ahora puedo hacer una gira larga con Eric (Clapton), pero sabiendo que es por Estados Unidos y que aprovecho los descansos para volar rápidamente a Nueva York".

La familia Knopfler tiene pisos en Manhattan y en Londres. Nada de las típicas mansiones en el campo: "Vivir allí puede ser agradable pero te hace insociable, te aleja de la comunidad a la que perteneces. Comunidad profesional, quiero decir. Y no me parece justo que los niños se hagan mayores sin haber conocido lo que es la vida en una gran ciudad. Tienen que estar preparados para todo: es bonito reconocer a los pájaros por sus trinos, pero es más valioso saber desenvolverse en el metro".

"Lo único malo de Nueva York es que te consideras perseguido si eres fumador. Es una broma: Nueva York puede ser muy cruel, hace que se te endurezca el corazón. Te levantas y el periódico te cuenta historias horrorosas que han ocurrido prácticamente al lado. Además, es una ciudad que sueña con el triunfo. Hay que ser el número uno o vivir amargado por no haber llegado".

Mark pertenece a la categoría de los triunfadores. "Money for nothing", la recopilación de éxitos-grandes-y-pequeños de Dire Straits, ha alcanzado el número uno en infinidad de países. Tratándose de un grupo que ya vendía cifras impresionantes, tal furor adquisitivo parece demostrar que su público es aún mayor de lo imaginado. Mark coincide con esa explicación: "Hay mucha gente que prefiere tener una versión comprimida de la carrera de Dire Straits en vez de gastarse no sé cuántas libras en la colección completa. Yo lo entiendo. Cuando era un crío miraba mucho el dinero y me compraba un Grandes Exitos de Ricky Nelson y otro de los Everly Brothers en vez de dos LPs normales, que tenían dos o tres canciones excelentes y otras mediocres o malas. Además, la oferta de productos es tan grande que un hombre de la calle se puede sentir intimidado, sin saber si está comprando un disco bueno o un disco flojo. La garantía de que es una selección hecha con cuidado les tranquiliza. No tengo complejo de Autor con mayúsculas. Siempre me pareció muy arrogante que Led Zeppelin no quisieran sacar singles o recopilaciones, como si su obra fuera indivisible".

"Money for nothing" tiene una novedad: es la primera vez que Mark Knopfler aparece en la portada de un disco de Dire Straits.

"Bueno, no es precisamente un retrato. Es una imagen de animación por ordenador. No se ve mi cara. Nunca he considerado indispensable que aparezca el artista en la portada. Al menos, si se trata de un tipo como yo, que no soy precisamente Elvis. En vez de un puñado de tipos feos mirando a la cámara, puedes usar una foto o una ilustración que permita trabajar a la imaginación. Cansa menos".

La situación actual de Dire Straits sigue siendo nebulosa. Tras la reunión para tocar el pasado verano en el concierto-homenaje para Nelson Mandela, han continuado los rumores de disolución. Contractualmente, tiene obligación de grabar nuevos discos pero han alcanzado un nivel suficiente como para no ser presionados por su discográfica. Mark no suelta prenda.

"Si hago un nuevo disco de Dire Straits, estoy obligado a promocionarlo. Y el negocio de la música es absorbente. No puedes decir "vamos a tocar unos cuantos conciertos en ciudades clave". Luego, te planteas que estás siendo injusto con los seguidores que viven en otras ciudades o países. Y terminas pasándote un año de avión en avión. Todo te empuja a batir récords, a superar cifras de ventas de discos o entradas. Eso es absurdo. Y malo para ti como persona: deshace tu humanidad. Si te descuidas, terminas como una máquina de hacer música y dinero. Te haces irascible, te pones insoportable. Además, te acostumbran a comportarte como un jeque árabe o algo así: te traen, te llevan, te alimentan, complacen todos tus caprichos. Al final, no sabes ni facturar tu equipaje en un aeropuerto".

La crónica negra del rock registra abundantes víctimas de éste estilo de vida. Pero Mark Knopfler no terminará en las páginas de sucesos.

"Tengo mucho miedo a las drogas. Conozco a bastantes músicos que han sido heroinómanos y la descripción que me hacen de tocar tras inyectarse me resulta muy apetecible. No sé si tiene lógica lo que estoy diciendo pero reconozco que es tentador el colocarte en ese nirvana para crear música. Desde luego, no lo quiero ni intentar; cualquier persona cuerda sabe lo que pasa tras la luna de miel con las drogas. Hubo una época en que fumaba mucha marihuana pero ya se acabó. Si quiero relajarme, juego al tenis. Si estoy en la playa, hago windsurfing. Me gustan los barcos. Y hasta me atrae el golf. Bueno, supongo que eso puede rematar mi imagen de "carca con guitarra", así que mejor no lo menciones (risas)".

Mark suele lamentarse de que se ha convertido en un tipo perezoso ("tengo docenas de canciones esbozadas pero la verdad es que prefiero leer un libro en vez de dedicarme a completarlas"), aunque mantiene un ritmo de trabajo nada normal entre estrellas de su estatura. Toca con sus amigos, produce e incluso hace música para películas.

"Es que yo no me considero un genio. Sé que me enriquece artísticamente trabajar con un cantante como Willy de Ville, que tiene unos recursos expresivos realmente extraordinarios. Producir a Randy Newman me permite observar cómo funciona uno de los grandes compositores norteamericanos... además, Randy es muy, muy divertido. Y sabe todo tipo de secretos y anécdotas sobre Hollywood. Lo mismo con Chet Atkins: tocar a su lado te hace mejorar como guitarrista. No voy corriendo detrás de mis ídolos; no necesito estar al lado de las leyendas. Si gente nueva como los Proclaimers o los Crowded House me ofrecieran colaborar con ellos, lo haría aunque no me pusieran en la lista de créditos. No me preocupa que el disco resultante se venda mucho o poco. Bernardo Bertolucci me perseguía para que pusiera música en "El último emperador" y no paraba de decirme que la película iba a ser un gran éxito. Bueno, yo estaba haciendo otra banda sonora y tuve que rechazarlo. Además, no me apetecía la idea de hacer música para una superproducción. Hay demasiados intereses por medio y no me ilusiona la idea de trabajar a toda prisa, con la gente del dinero vigilándome por encima del hombro".

En contra del cinismo con que se valoran últimamente los conciertos a favor de tal o cual causa, Mark defiende la necesidad de involucrarse en esas actividades.

"Es curioso... ha llegado un punto en el que debes defenderte de los que piensan que salir en un concierto transmitido a medio mundo es una forma encubierta de hacerte publicidad. Bien, yo he ayudado a Amnistía Internacional desde que tuve una cuenta corriente un poco saludable. Al principio de Dire Straits, tomé la decisión de transferir todos mis ingresos por la venta de mis discos en Africa del Sur a Amnistía, por lo que en Pretoria me tienen fichado como indeseable. Viniendo de quien viene, es todo un honor. Luego, he tocado para Amnistía en conciertos pequeños. Y lo de Mandela me pareció totalmente justificado. No me importa que una parte del público vaya a ver a Dire Straits o a George Michael sin saber quién es Nelson Mandela. Estás consiguiendo que su situación sea del conocimiento público... de hecho, las condiciones del encarcelamiento de Mandela han mejorado en los últimos tiempos. Y el gobierno de Pretoria lo sabe: movilizaron a diputados conservadores británicos para acusarnos de que estábamos recaudando fondos para la guerrilla contra el apartheid. Me alegra mucho saber que les incomoda. Y si a continuación del concierto, Tracy Chapman vende un millón de discos más, pues estupendo".

"Creo que hay una diferencia de calidad humana entre un George Michael, que no es un cantante político pero estuvo con nosotros en Wembley, y unos Queen o un Julio Iglesias, que cobran por aparecer en Sun City, apoyando implícitamente al apartheid. Ya sé que lo del compromiso político es ahora un elemento más en la imagen de algunos artistas, un cálculo premeditado. Pero insisto: si el resultado final es bueno, puedo aceptarlo".

Aunque no quiere implicarse en campañas electorales concretas, el hombre de Dire Straits manifiesta su asombro ante la Gran Bretaña de Thatcher.

"La Seguridad Social británica tenía mucha deficiencias, pero era mejor que ahora. Thatcher querría eliminarla para seguir el modelo norteamericano, olvidando que la privatización de la salud provoca que mucha gente no tenga cuidados médicos o que se arruine si contrae una enfermedad grave. Parece que ella desearía que volvieran los tiempos de Dickens: recorta los presupuestos de hospitales infantiles y se muestra indiferente ante la muerte por congelamiento de jubilados a los que se escatima la ayuda. Hay cosas que me resultan increíbles. Thatcher viaja a Polonia y apoya al sindicato Solidaridad... bien, la policía en el Reino Unido es ahora mismo más violenta con los huelguistas que el régimen polaco con los obreros de Gdansk. Una pesadilla".

Mark se siente más cómodo hablando de música. "Esa es mi profesión. No hablemos de "arte" como si tener una profesión fuera algo indigno". Llegó a la guitarra como aficionado y quiere mantener a toda costa esa frescura del que se excita oyendo y creando.

"Desde luego, no conozco nada más sublime que hacer una buena canción, un buen arreglo o un buen solo. Tal vez sea por lo que a mí me cuesta, pero puedo asegurar que esa sensación es incomparable. Mientras siga sintiéndolo, no voy a dejar de hacer música de un modo u otro. Todo lo demás en accesorio. Hay compañeros que quieren separar lo que es el puro acto de la creación de las partes más feas: la relación con la industria, la promoción... Dicen que les molesta tener que prostituirse. Bueno, viajar en Concorde a Nueva York y alojarte en un hotel de lujo para hacer media docena de entrevista... ¡vamos!, no es precisamente estar remando en las galeras. Cuando las estrellas del rock se lamentan -o nos lamentamos, que yo también caigo en ese cliché- de tales inconvenientes, se olvidan de que la gente corriente pasa por miserias infinitamente mayores en su vida diaria".